Época: Final Distensión
Inicio: Año 1973
Fin: Año 2000

Antecedente:
La pluralidad de Europa



Comentario

En la periferia del mundo, pero con un Imperio y una situación estratégica privilegiada, Portugal presenció desde 1926 un caso de longevidad política sin posible comparación. Oliveira Salazar estuvo en el poder 36 años, en teoría como jefe de Gobierno pero en realidad como dictador.
Antiguo seminarista y profesor de Economía en Coimbra, Salazar procedía de los medios católicos y fue un modelo un tanto inesperado de dictador. Sus ideas tenían poco de totalitario y su liderazgo no tuvo nada de carismático: el poder no lo conquistó sino que le fue entregado. Su amplia obra de economista nacía de la ortodoxia del buen contable que pretendía "gastar bien lo que se puede y no depender nada más que de los propios recursos". Su ideal político estaba en un régimen sincrético o incluso liberal autoritario, que tardó mucho en decantarse, en teoría basado en recetas pragmáticas para los males del parlamentarismo excesivo.

Convertido en imprescindible, Salazar, sólo en 1930 y con el apoyo del general Carmona ganó definitivamente la partida en el sentido de no volver al régimen parlamentario anterior. La Constitución de 1933 previó un ejecutivo bicéfalo en el que no había responsabilidad ante la Asamblea. El presidente era elegido cada siete años pero los poderes efectivos le correspondían al jefe de Gobierno. La estructura corporativa responsabilizó al Estado de los proletarios. El partido oficial, la Uniao Nacional, no monopolizaba los canales de acceso al poder, ni agotaba la representación social, ni mediatizaba las relaciones de la dictadura con otras fuerzas. En los años de mayor influencia del fascismo se crearon otros organismos de masas, la Mocidade y la Legiao, pero siempre carecieron de una vertiente totalitaria propiamente dicha. El monopartidismo salazarista siempre fue pragmático y no totalitario: en realidad no fue un régimen de partido único sino con partido único. La censura fue establecida en 1933 y, al año siguiente, tras una huelga general derrotada quedó desarbolado el movimiento obrero. Además, Salazar logró fácilmente la desmovilización de los monárquicos y los católicos pero le costó mucho más enfrentarse con los militares y la derecha radical.

Con estos antecedentes nos interesa de forma especial tratar aquí de los años posteriores a 1939. Portugal salió indemne e incluso enriquecido de la crisis mundial de 1939-45. Salazar llegó a asumir, durante el período, las carteras más importantes. Si hubiera sido menos neutralista es muy posible que la guerra hubiera cruzado los Pirineos. Su ideal hubiera sido la constitución de un bloque latino por lo que tanto la postura italiana como la española le resultaron muy inconvenientes. Mantuvo, sin embargo, una neutralidad geométrica que no evitó que los aliados en algún momento pensaran en la ocupación de las islas atlánticas. Luego cedió ante ellos pero negociando desde un criterio muy nacionalista y obteniendo contrapartidas por permitir bases en ellas. La balanza comercial del período fue positiva y la producción creció al ritmo del 3%.

Esta actitud le permitió al régimen sobrevivir y readaptarse a la situación en 1945. Hubo un sector del Ejército que pretendió en relación con Carmona una presión liberalizadora. Salazar tomó la decisión de convocar elecciones e incluso admitió que se presentaran otros partidos pero la oposición acabó por retirarse. En el Gobierno de febrero de 1947 combinó el sector más conservador - el general Santos Costa- con el más aperturista (Caetano). Mantuvo una actitud reticente con respecto el nuevo orden mundial hasta el punto de renunciar a recibir la ayuda del Plan Marshall, pretendiendo que la OTAN cubriera el Imperio portugués y que en ella ingresara España. Cuando no lo logró acabó por conformarse con lo que dieron y pudo estar presente en la OTAN. Mientras tanto, desarticuló al Partido Comunista e hizo inviable la llegada al poder de una oposición legal. De una etapa plebiscitaria y sin concurrencia se pasó a otra de hegemonía garantizada y concurrencia simulada en la posguerra.

A diferencia de España, Portugal no permaneció aislado en la Posguerra Mundial sino que recibió a los presidentes de Brasil y Estados Unidos y a la reina de Inglaterra. El régimen quedó estabilizado sin excesivos problemas y con oscilaciones políticas mínimas. La presidencia de la República fue ejercida por Carmona hasta 1951 y luego por Craveiro Lopes hasta 1958 y por Americo Thomas hasta 1974; únicamente el segundo fue independiente. En el seno del régimen Caetano defendió, sin lograrla, una despersonalización del régimen intentando que Salazar asumiera la presidencia de la República. La oposición se reunió en un Directorio Democrático y Social que reunía a un grupo importante de intelectuales pero estuvo reducida a la impotencia. Humberto Lopes, que había sido partidario del régimen, agregado militar en Estados Unidos y director de Aviación civil, se convirtió en candidato de la oposición y consiguió un 25% del voto ejerciendo una oposición muy dura. Para evitar que pudiera haber peligros semejantes, en 1959 se suprimió la elección directa del presidente de la República. La secuela de la derrota de Humberto Delgado fue la subsistencia de conspiraciones militares hasta 1962 con el secuestro del "Santa María" incluido en enero de 1961.

Los años entre 1958 y 1962 fueron críticos pero Salazar se mantuvo frente a las presiones internas. Otro peligro le acechaba. A mediados de los años cincuenta surgieron los movimientos independentistas en las colonias y se planteó el problema de Goa con India. A partir de ese momento el régimen vivió en una "imposible lucha contra el tiempo". Si la guerra fría había sido, para Salazar, una "clarificación" la sublevación de las colonias dejó a Portugal "orgullosamente solo" es decir "atacado por los enemigos y abandonado por los amigos". Estados Unidos embargó la venta de armas a Portugal y España siguió una política más adaptada a la realidad internacional. Ya en los años sesenta empezaron a surgir los movimientos guerrilleros, pero Salazar pudo bandearse temporalmente gracias a la amenaza de abandonar la OTAN y de negar las bases de las Azores. Francia y Alemania mostraron una actitud más comprensiva y en África austral Rhodesia y Sudáfrica le prestaron ayuda. Además, se tomaron medidas reformistas en el orden colonial como otorgar la igualdad jurídica (1961), se incrementó la inmigración de forma que a fines de los sesenta había unos 300.000 portugueses en Angola y 200.000 en Mozambique y se posibilitaron las inversiones extranjeras en las colonias. También se recurrió a aprovechar la división del adversario, en especial en Angola. Pero Portugal tuvo unos 6.300 muertos en la guerra colonial y hubo de utilizar 150.000 combatientes y gastar el 40% de su presupuesto en una guerra que carecía de horizontes de victoria.

Mientras tanto Salazar trató de mantener a su país aislado de la "histeria política de corre por el mundo". La policía política actuó de forma creciente a partir de 1961. El propio Caetano dimitió del rectorado de la Universidad de Lisboa por la actuación de la policía y hubo diversas derivaciones de la oposición hacia la lucha armada. Pero lo que más afectó al régimen fue, sobre todo, la desbandada de la propia sociedad. En 1970 todavía la agricultura suponía el 32% de la población pero durante el período 1965-7 el crecimiento fue del 6. 3% y alcanzó el 8% en los últimos años del régimen. Esa sociedad identificada con el cambio social poco tenía que ver con el recuerdo del Imperio.

Cuando en 1968 Oliveira Salazar sufrió un derrame cerebral, Americo Thomas recurrió a Caetano, consciente de que la opinión pública reclamaba una solución reformista. Su proyecto empezó por ser liberalizador pero Caetano siempre estuvo estrechamente vigilado por la dictadura. El presidente Thomas desde el primer momento advirtió que la situación de las colonias no podía ser sometida a discusión por lo que, en la cuestión esencial, dispuso de un margen de maniobra mínimo. Los intentos reformistas se concretaron, no obstante, en la vuelta de algunos exiliados y la aparición de reformistas. Soares y Ferreira, obispo de Oporto, pudieron retornar a su país mientras Sa Carneiro y Pinto Balsemao figuraron como independientes en las listas del partido oficial para luego desempeñar un papel importante en la política democrática.

A partir de 1970 las perspectivas de evolución disminuyeron hasta reducirse a la nada. En 1971 la reforma constitucional que pretendía autonomía para las colonias chocó con los integracionistas y al año siguiente Caetano aceptó la reelección de Americo Thomas, con lo que demostraba haberse adaptado al fracaso de cualquier posible cambio pacífico.

Fue la guerra colonial quien liquidó el régimen. En 1973, mientras estallaba la crisis económica, la oposición se unió y el Ejército expresó su descontento. Ya en el pasado se había opuesto a los integracionistas pero ahora el "Movimiento de los capitanes"se opuso al nombramiento de oficiales de complemento y tuvo la simpatía de los generales Spínola y Costa Gomes. En febrero de 1974 un libro del primero le hizo a Caetano cerrar filas con la derecha pero en abril un golpe militar incruento acabó con la dictadura.

Pero la transición a la democracia resultó muy complicada en Portugal. El Movimiento de las Fuerzas Armadas, dotado de un ideario tercermundista semejante a la guerrilla independentista a la que había combatido, adquirió una clara preeminencia; y las nacionalizaciones, la presión sobre la prensa y los partidos de derecha o incluso el socialista y la cercanía de un sector del Ejército al Partido Comunista hicieron temer que la antigua dictadura de derechas acabara en dictadura de izquierdas. No obstante, a partir del verano de 1975 la situación empezó a cambiar decantándose hacia los militares moderados y el partido socialista. De todos modos, la existencia de un consejo revolucionario se mantuvo hasta 1982 y sólo en 1986 los militares tuvieron un status semejante al del resto de los países democráticos occidentales. La transición había durado mucho pero había llegado a su final.